La justicia que late en lo cotidiano
En justicia restaurativa, la palabra justicia no se encierra en códigos ni se reduce a castigos. Habla de lo justo: de reconocer el daño, de escuchar a quienes han sido afectados y de abrir caminos de reparación. Pero su sentido va más allá. Implica caminar con la conciencia de que, en nuestra condición humana, conviven la capacidad de cuidar y la posibilidad de dañar. Vincularnos siempre nos expone al riesgo de herir y ser heridos, porque el conflicto no es una anomalía: es parte constitutiva de la vida en común.
Durante mucho tiempo nos enseñaron a ver el conflicto como un problema que debía ser eliminado o castigado. Sin embargo, la justicia restaurativa nos invita a reconocerlo como un territorio inevitable de la convivencia, un lugar donde, si elegimos bien, podemos sembrar nuevas formas de relación. Lo transformador está en comprender que no se trata de suprimir el conflicto, sino de aprender a habitarlo con responsabilidad, apertura y cuidado.
Y es precisamente ahí, en ese territorio inevitable del conflicto, donde la justicia restaurativa nos abre otra puerta: la de hacer del conflicto un terreno fértil para la escucha, la reparación y la esperanza. Una puerta que nos recuerda que convivir no significa evitar la diferencia, sino sostenerla sin destruirnos; que vivir en comunidad no consiste en negar las tensiones, sino en transformarlas en oportunidades para aprender y restaurar lo dañado.
Pensemos por un momento en la vida diaria: un desacuerdo en la familia, una discusión en el colegio, un malentendido en el trabajo. En cada uno de esos escenarios se juega la pregunta de la justicia. ¿Respondemos desde el impulso de la rabia, o desde la posibilidad de entender qué pasó y cómo podemos estar mejor? La justicia restaurativa no se queda en los tribunales; habita también en esos instantes pequeños donde decidimos cuidar, reparar y sostener vínculos.
Ampliar nuestro sentido de justicia implica mirar más allá del castigo y preguntarnos: ¿qué necesitamos para restablecer la confianza? ¿cómo podemos reparar lo dañado? ¿qué cambios podemos hacer para que esto no vuelva a ocurrir? Son preguntas que nos devuelven la responsabilidad de elegir, cada día, cómo queremos convivir.
Relanzar este blog es justamente un intento de mantener vivo ese pulso. De recordar que la justicia no es un ideal lejano, sino un ejercicio cotidiano que se construye con palabras, gestos y decisiones. Porque la justicia que realmente transforma no se dicta únicamente desde un estrado: se cultiva en lo común, en lo humano, en lo cotidiano.
La justicia restaurativa nos enseña que el conflicto no es el final de la historia, sino el inicio de una posibilidad distinta: la de reconocernos en nuestra fragilidad y, desde ahí, responder de manera pacífica, responsable y humana.
¡Bienvenidos/as a seguir construyendo paces! #Pazcirculando
Diana Sofia Benavides Lasso/ 9 de septiembre de 2025