Y si cambiamos nuestro paradigma de Justicia…

“La justicia que el amor da es una entrega, la justicia que la ley da es un castigo” Mahatma Gandhi.

En este escrito quiero contar mi experiencia como mediadora escolar de un Colegio, sí una abogada, haciendo un papel casi de coordinadora de disciplina, de esas que cuando era niña, detestaba y me producía mucho miedo. Cuando me propusieron el trabajo, me pregunté ¿que podría hacer una abogada en este espacio, casi inexplorado, por nosotros?, pero bueno, me considero una mujer de retos, y acepte. Esta aprobación, estuvo acompañada, de una experiencia amplia que tengo en trabajo comunitario.

Los primeros días no entendía realmente que era lo que tenía que hacer, pero al pasar el tiempo, fui comprendiendo que mi labor, era llevar los procesos disciplinarios y actitudinales, de acuerdo al Manual y a la ley de convivencia escolar, de los estudiantes de 6 a 9 en mi oficina, no obstante, mi primer caso, fue el que me dio la pauta para todo mi trabajo. Pedro[1], un estudiante de noveno, entró al baño de hombres y cogió papel higiénico usado de la papelera, para molestar a sus compañeros; cuando nos reportan la situación, lo llamamos y él acepta el hecho, expresando que era un juego y que se le salió la situación de las manos. Dimos inicio al debido proceso, y todo termino en una sanción o medida formativa como la llama el colegio. En una de las tardes que debió quedarse en el colegio, tuvo que hacer un trabajo formativo conmigo, definitivamente no sabía qué hacer, sin embargo, recordando mi formación en prácticas restaurativas decidí, preguntarle lo siguiente:

Mediadora: Pedro, hay dos opciones para esta tarde, la primera es que hagamos un trabajo en la oficina, donde reflexionemos o la segunda es que vayamos al baño de hombres, para que hablemos con la persona encargada de la aseo.

Pedro: Vamos al baño.

Para mí fue sorpréndete su respuesta, pero aún y así fuimos al baño, al llegar la señora del aseo comenzó a decirnos, miren como dejan estos baños, Pedro se asombra y cómo la ve tan ocupada, me pregunta ¿puedo ayudarle?, y le dije, claro que sí. Le pasamos un trapero y comenzó a hacer aseo. Mientras pasaba esto, Pedro decía, -no puedo creer que mis compañeros dejen el baño así, huele muy feo y lo dejan muy sucio, a la señora del aseo le toca muy duro, yo como me pongo a hacer eso-, Andrea[2] se desahoga con él y la siento muy tranquila cuando Pedro le comienza ayudar, tanto que comienzan a reírse y a charlar sobre la vida de cada uno. Agregado a esto, a la semana siguiente, viene un estudiante y me dice, Diana que le hiciste a Pedro, porque cada que entramos al baño y ve a alguien haciendo algo indebido, inmediatamente, le expresa la difícil tarea de Andrea y que debemos ser respetuosos con su trabajo y ayudarle.

En ese momento entendí que significaba eso que me había llamado la atención y es la Justicia Restaurativa, que proporciona una alternativa para abordar una transgresión de la norma y/o un delito. Zher (2010) expresa que esta justicia es un proceso dirigido a involucrar, dentro de lo posible, a todos los que tengan un interés en una ofensa particular, e identificar y atender colectivamente los daños, necesidades y obligaciones derivados de dicha ofensa, con el propósito de sanar y enmendar los daños de la mejor manera posible.

Es así como en el caso de Pedro, entendí posteriormente que al ver las necesidades de los involucrados, el daño y la obligación de repararlo, se convertía en una sanción reparadora y restauradora no sólo para la señora del aseo, sino para él, porque debió escuchar y ponerse en los zapatos del otro literalmente. De eso se trata la justicia, dónde la ofendida (Andrea) y el ofensor (Pedro), puedan reestablecer la relación, a través de un proceso, que conlleve sanciones, reparaciones y compromisos recíprocos para el futuro.

Igualmente siempre he creído que las normas las debemos cumplir, para que nuestra sociedad funcione, más allá del miedo a ser sancionados o la perspicacia para no ser atrapados, realmente romper una norma, es dañar el orden de las cosas, los indígenas de los Pastos, expresan que es dañar la armonía y el equilibrio comunitario, simplemente es eso, si tu transgredes una norma, causas un daño. Así mismo, es revelador como esta experiencia a Pedro le deja una enseñanza más allá del “castigo” y que trasciende a la comunidad con la que convive a diario.

Ese día comprendí que esta justicia si sirve, pero créanme, no sólo este día, transcurrieron varios meses, dónde aprendí lecciones increíbles sobre lo sanador que puede ser la justicia a través del escuchar al otro, concretar con el otro, entender las necesidades de las partes y entender que hacemos parte de un todo, que no seguir una norma o decidir romperla, trae como consecuencias una obligación de reparar lo que se dañó y a quién se dañó, y lógicamente entender que todas las partes tienen un rol activo dentro del conflicto.

En una nueva oportunidad les contaré sobre otros casos, en los que seguí este paradigma, explicando el mundo de la justicia restaurativa en la escuela, un espacio que desde mi punto de vista, se encuentra representada nuestra sociedad en diminuto.

Referencias

Zher, H. (2010). El Pequeño Libro de la Justicia Restaurativa . Good Books.

[1] Nombre cambiado, para proteger la identidad del adolescente.
[2] Nombre cambiado, personal de aseo y mantenimiento.
Diana Sofia Benavides Lasso.

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